No hacer nada: sentarse un rato a mirar por la ventana, dar un paseo sin destino fijo, tenderse en la cama y mirar al techo… todas estas son acciones que hemos dejado de lado y que nuestro cerebro nos agradecería enormemente. Contrario a lo que se puede pensar, estos ratos de ocio y vagabundeo mental son de vital importancia para el desarrollo de nuestra creatividad y la solución de problemas cotidianos. No en vano se nos ocurren grandes ideas cuando estamos en la ducha o cuando, de repente, dejamos de concentrarnos en algo en concreto.
Según recientes investigaciones llevadas a cabo en numerosas universidades en Estados Unidos y Canadá, dejar que la mente deambule sin control es la clave para incentivar la creatividad y la productividad. Te invitamos a conocer por qué es importante que te tomes el tiempo, al menos una vez cada día, de no hacer absolutamente nada en concreto.
Las investigaciones mencionadas revelan que en un día normal la gente recibe información equivalente a 174 periódicos, cinco veces más que en 1986. Eso quiere decir que nuestro cerebro está permanentemente enfocado en alguna actividad y saturado de información, e incluso los ratos de ocio están programados con actividades específicas como ver televisión o acceder a redes sociales. Daniel Levitine, un prestigioso profesor de psicología de la Universidad de McGill, en Canadá, dedicado a estudiar desde hace años el funcionamiento de la mente humana, afirma que nuestro cerebro no está capacitado para manejar tanta información.
Si en lugar de llenarnos de información y atender miles de asuntos de forma simultánea, dejáramos que de vez en cuando nuestra mente divagara, estaríamos poniendo en marcha un proceso esencial para el desarrollo de la inteligencia: el de creación. Cuando nos asfixiamos de actividades impedimos que se desarrollen en nosotros algunos procesos biológicos y psicológicos esenciales para tener una vida personal y social sana.
Levitine explica que nuestro cerebro tiene dos modos dominantes de atención: el positivo y el negativo. El primero funciona cuando nos enfocamos en llevar a cabo una tarea concreta; y el segundo se activa cuando dejamos que nuestros pensamientos vayan de un lado a otro. Cuando uno está activado, el otro está en reposo y lo más sano es alternarlos. Sin embargo, hoy en día, los valores culturales que rigen nuestro modo de vida nos llevan a pensar que no hacer nada es una pérdida de tiempo y de eficacia.
Según estas investigaciones, gracias al modo negativo o de distracción, los hombres primitivos descubrieron el fuego y a lo largo de la historia se han logrado grandes hallazgos e invenciones como la penicilina o el ADN. Esto sucede, según el periodista científico Ferris Jabr, porque en estos momentos la creatividad de nuestra mente se activa.
Estos momentos también contribuyen a afirmar la identidad desde una edad temprana, a analizar y comprender el comportamiento humano de quienes nos rodean y a generar códigos éticos, ya que es aquí cuando incorporamos aprendizajes recientes, memorizamos información importante y repasamos habilidades conocidas. También soltamos tensiones permitiendo encontrar soluciones novedosas a las situaciones que las generan.
A pesar de la gran importancia que tiene para nuestra salud y desarrollo no hacer nada, otra investigación llevada a cabo en Harvard y Virginia, en Estados Unidos, arrojó que para la mayoría de personas es incómodo permanecer poco tiempo inmersas en su cabeza.
La próxima vez que alguien te diga que el tiempo no es para perder, que debes enfocarte y trabajar más o que no te desconcentres en cosas inútiles, háblale de la importancia de no hacer nada y recuerda que dejar que tu mente divague es una de las acciones más placenteras y productivas para tu cerebro.