Conceptos básicos. El CO2 proviene de la quema de combustibles fósiles, es decir, sustancias como el petróleo, el carbón o el gas natural creadas en el interior de la Tierra hace millones de años y en las que se acumuló el carbono presente entonces en la atmósfera. Al quemarlos inyectamos a la atmósfera un CO2 que estaba atrapado. Por tanto, ¿es lo mismo consumir materia vegetal que carbón? No exactamente. El carbón genera nuevas emisiones, mientras que las plantas capturan el ya existente, vuelven a emitirlo cuando se queman y lo capturan de nuevo al crecer. Los combustibles producidos con grano o azúcar o las calderas que queman restos vegetales tienen esa virtud. De ahí su auge.
El planeta hierve y la solución está en las grandes industrias, en las potencias mundiales, pero también en tu mesa, en tu auto, en tu decisión de caminar, tomar metro o andar en bicicleta todos los días. En ese soslayable acto de regular la presión de los neumáticos de tu auto, en algo tan básico como desenchufar el equipo de música si está apagado y, por ejemplo, en calcular tus propias emisiones a través de herramientas simples. El resultado de esto es la huella de carbon
Sugerencias para empezar lo antes posible:
Comer menos carne. Las vacas emiten entre 70 y 135 g de metano por casi medio kilo de carne que producen. El metano es uno de los gases de efecto invernadero que contribuye al calentamiento de la tierra. La producción de la misma cantidad de pollo emite una sexta parte en comparación a las vacas. Para hacerse una idea: producir una hamburguesa genera los mismos gases efecto invernadero que manejar casi 16 kilómetros por día en auto.
Cambiar las bombillas. La energía es responsable del 21% de los gases de efecto invernadero que se lanzan a la atmósfera anualmente, por eso, cambiar las bombillas convencionales de la casa por unas de bajo consumo es significativo. Una de alto consumo significa un gasto de $ 1.800 pesos mensuales, en promedio, y una eficiente, $450.
Elegir aparatos de bajo consumo. Lavavajillas, refrigeradores y lavadoras de bajo consumo energético reducen entre un 40% y 70% de electricidad. 60% del consumo de un hogar se lo lleva la iluminación y el refrigerador, el resto de los electrodomésticos conforman el otro 40%. Esto significa que deja de emitir cerca de 1 tonelada de CO2 anual. El refrigerador es el electrodoméstico que más energía utiliza. Al momento de comprar uno, hay que fijarse en que sea clasificación A, A+ o A++. En la página del Programa País de Eficiencia Energética (www.ppee.cl) hay una calculadora que identifica si un refrigerador es eficiente o no. Y señala en cuánto tiempo se recupera la inversión.
Desenchufar. El computador en reposo gasta cero, pero no pasa lo mismo con el televisor, los equipos de música y los cargadores de celulares. Desconectar una tele o un DVD puede ayudar al ahorro de 0,466 Kwh/año y evitar la emisión de 77,4 kg de CO2 anuales.
Transportarse bien. El parque automotriz genera cerca de 20% de emisiones de CO2 anuales. Lo mejor es dejar de usar el auto, compartirlo, utilizar el transporte público o, derechamente, andar en bicicleta. La otra opción es usar un auto híbrido. Con esta última alternativas se deja de lanzar 1.6 toneladas de CO2 al año y se puede ahorrar hasta 400 mil pesos en bencina.
Calibrar los neumáticos. Mantener la presión de los neumáticos puede significar un ahorro de 3% de combustible al año y dejar de lanzar a la atmósfera 0,144 toneladas de CO2 por año.
Elección de frutas y verduras. La alarma en emisiones de CO2 en relación a la comida está puesta mayoritariamente en el proceso de producción y transporte. Lo mejor es preferir frutas y verduras que estén cerca del lugar de residencia.
Reciclar. Sólo un dato: una tonelada de papel reciclado reduce el consumo de 4.200 Kilowatts de electricidad. Por lo mismo es indispensable separar papeles, cartones, tetra pack, pilas, botellas de vidrio y plástico. Se necesita menos energía para hacer nuevos productos a partir de los reciclados.
Calcular la huella de carbono. Los expertos dicen que sólo con calcularla y saber en qué contaminamos, ya podemos reducir entre un 20% y un 30% nuestro cálculo de CO2. Tener conciencia de ella reduce la huella.